Esta mañana me han enviado por correo electrónico
una lista con “Las veinte cosas que un hijo adoptado querría que sus
padres supieran”. El
listado está extraído del libro, de igual título, ”Twenty Things Adopted
Kids Wish Their Adoptive Parents Knew”, de Sherrie Eldridge (1999).
Estas 20 cosas son:
1. Sufrí una profunda pérdida antes de
ser adoptado/a. Tú no eres responsable.
2.
Necesito que me enseñen que tengo necesidades especiales derivadas de las
pérdidas que conllevó mi adopción, y que no tengo por qué avergonzarme de
ellas.
3. Si
no experimento el duelo por esta pérdida, mi capacidad para recibir amor de
otros se verá dañada.
4. Mi
dolor, mi tristeza no resuelta, puede manifestarse en forma de ira o enfado
hacia ti.
5.
Necesito que me ayudes a vivir y superar mi duelo. Que me enseñes cómo conectar
con mis sentimientos acerca de mi adopción, y que éstos son válidos
6. El
hecho de que no hable de mi familia biológica no implica que no piense en ella.
7.
Quiero que seas tú quien tome la iniciativa y me hables de mi familia
biológica.
8.
Necesito saber la verdad acerca de mi concepción, nacimiento e historia
familiar, sin importar lo doloroso que puedan llegar a ser los detalles.
9.
Tengo miedo de haber sido “entregado/a” por haber hecho algo malo o haberme
portado mal. Necesito que me ayudes a liberarme de ese sentimiento enfermizo de
culpa.
10. Tengo
miedo de que me abandones.
11. Puedo
parecer más entero/a de lo que me siento. Necesito que me ayudes a descubrir
partes de mí mismo/a que mantengo ocultas para poder integrar todos los
elementos que conforman mi identidad.
12.
Necesito experimentar un sentimiento de poder personal
13. Por
favor, no digas que me parezco físicamente a tí o actúo igual que tú. Necesito
que reconozcas y celebres nuestras diferencias.
14. Déjame
ser quien soy, pero no me separes nunca de ti.
15. Por
favor, respeta mi privacidad en lo respecta a mi adopción. No hables de ello
con otras personas sin mi consentimiento.
16. Aunque
no lo parezca, los cumpleaños pueden ser una fecha muy difícil para mí.
17. El no
conocer mi historial médico completo ni mis antecedentes biológicos puede
generarme a veces mucha inquietud.
18. Tengo
miedo a ser una persona demasiado complicada para ti.
19. Cuando
manifiesto mis miedos actuando de una forma que no es correcta, por favor,
quédate a mi lado y actúa con sabiduría.
20. Incluso
si decido buscar a mi familia biológica, siempre querré que seáis mis padres.
Después de leer esta lista, y de que un escalofrío recorriera mi
cuerpo, tan solo he podido ir a su “libro de vida” a contarle dos cosas que me
gustaría que supiese de mí.
septiembre 15, 2008
Conocer Vietnam
Posted by El vuelo de la libélula under Adopción, geografía, Sensaciones, Uncategorized, Vietnam | Etiquetas: apego, geografía,
Vietnam
|
[3] Comments
[3] Comments
No sé qué hizo que me enamorase de
Vietnam, […] el que todo sea tan intenso, los colores, el sabor, incluso la
lluvia […]. Dicen que busques lo que busques puedes encontrarlo aquí. Dicen que
cuando vienes a Vietnam entiendes muchas cosas en pocos minutos, pero el resto…
tienes que vivirlo. El olor es lo primero que llama tu atención, te lo promete
todo… a cambio de tu alma.
(El americano impasible)
Sé que es lo que hace que me esté
enamorando de Vietnam. Imagino que, de alguna forma, y, aunque sólo de manera
unidireccional y por ello más sencillo, es parte de un proceso de apego. Ese
apego del que tanto te hablan en los cursos de formación y que se forja en el
día a día. Con el conocimiento, con el trato, el contacto, el roce, con la
confianza, con las confidencias. Ese apego que ves que no es tan fácil de
conseguir, o, al menos, tan rápido, y que no funciona ni mucho menos como los
flechazos. Ojalá fuese así. Pero no lo es. Ese apego que hay que aprender a
desarrollar y para el que tendremos que darnos tiempo y paciencia mi pequeño
dragón y yo. Y también el resto.
Pensándolo
bien, todo funciona de la misma manera. No se nace queriendo a determinadas
personas. Se aprende a quererlas. Y lo que es aún más complicado, el más
difícil todavía, se enseña, o se intenta enseñar, a que te quieran. No sé si
creo en el destino, depende quizá del día o quizá del ánimo. Creo en un hilo
rojo, no tengo la menor duda, pero también, y más, en un proceso, una
trayectoria, un camino, y un trabajo. Un conocer, y conocer, y conocer, y…
empezar a querer… y un seguir conociendo.
Y
es conociéndolo como -yo, que siempre he mirado al sur, que siempre he
coqueteado con África-, me estoy enamorando de Vietnam
Este
es Vietnam, situado en el sudeste asiático, el país más oriental de la
Península Indochina. Tan lejano que encuentras la Cochinchina, tan mágico que
ves dragones volar.
La
República Socialista de Vietnam se denomina oficialmente “Công Hòa Xa Hôi
Chu’Nghiã Viêt Nam”. Tiene forma de S, de serpiente, de caña de bambú con
la que los campesinos transportan arroz, una
extensión de 331.690km² y
más de 87 millones de habitantes. Limita al norte con China, al sur y al este
con el mar de China y al oeste con Laos y con Camboya. Se divide en tres
regiones, norte, centro y sur, que se corresponden con sus Regiones
Administrativas de Tonkin, Annam y la Cochinchina y sus ciudades más
importantes son su capital, Hanoi, y Ho Chi Min, la antigua Saigón
El
idioma oficial es el vietnamita o anamita, si bien, y como una de las muchas
herencias de su historia colonialista, también se habla el francés, el inglés,
el ruso y el chino. Su moneda es el Dông y es un país, que aunque aún se sitúa
entre los más poblados de mundo y más pobres de Asia, empieza a despuntar. Que
se coloca en el grupo denominado de los “próximos once” en relación a su
potencial posibilidad de inversión y a su ritmo de crecimiento económico.
Un
pequeño país que se define orgulloso y alegre… que seguiré conociendo… y espero
que vosotros conmigo!
septiembre 13, 2008
El hilo rojo
Posted by El vuelo de la libélula under Adopción, Tradiciones y leyendas
| Etiquetas: Adopción,
destino,
el hilo
rojo, proverbio
chino, unir
lazos |
[9] Comments
[9] Comments
“Un hilo rojo, invisible, conecta
a aquellos que están destinados a encontrarse, a pesar del tiempo, del lugar, a
pesar de las circunstancias. El hilo puede tensarse o enredarse, pero nunca
podrá romperse”.
El Hilo Rojo es una leyenda milenaria de origen oriental que el
poeta Gabriel Celaya convirtió en imagen literaria y David Ojeda en obra de
teatro. Relata cómo existen, en cada uno de nosotros, unos lazos afectivos que
nos hacen encontrarnos a lo largo de nuestras vidas con aquellos que comparten
el mismo destino de nuestras hebras. Es un hilo atemporal que compartimos con
todos aquellos con los que estamos destinados a encontrarnos,
independientemente del momento del encuentro, y con los que se permanece unido
para siempre.
La historia más antigua cuenta que es un anciano, el “Abuelo de la
luna”, el que ata en la muñeca de cada uno, nada más nacer, un hilo rojo con
multitud de terminaciones. Y cada noche, desde la luna que es su hogar, sale,
vigilante, buscando a aquellas personas que están destinadas a permanecer
juntas, y, cuando las encuentra, une sus muñecas con el hilo rojo.
Es una leyenda que, en definitiva, y como expresa la obra teatral,
cuenta un “espérame que ya llego”, un “date prisa que me haces falta”, un
“cuánto tiempo he esperado que vinieras a por mí” y un “¡aún no te
conozco y ya te quiero!”
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Estamos deseando saber de ti